Si no eres un guaperas, no te salgas de las normas sociales (léelo si todavía eres fan del daygame)
La historia de hoy está muy guay, eso te lo adelanto ya, pero, sintiéndolo mucho, como estamos viviendo en plena dictadura de la corrección política, antes de empezar el artículo tenemos que dedicar un minuto a los disclaimers.
En primer lugar, si nos conoces desde hace tiempo, recordarás que durante el primer año y medio del blog publicamos varios artículos en los que hablábamos sobre nuestras experiencias en diferentes países del mundo, y habrás notado también que desde hace ya como dos años no hemos vuelto a publicar nada al respecto.
Pues he de decirte que esto no ha sido casualidad.
Por razones que no voy a comentar aquí tuvimos que dejar de publicar este tipo de contenido, y en este artículo, lo siento, pero las cosas no pueden ser diferentes. Por lo que si te va a molestar que te cuente una historia genial, pero que luego no te diga exactamente en qué ciudad del este de Europa sucedió, entenderé perfectamente que no quieras seguir leyendo.
En segundo lugar, todo esto sucedió el año pasado, cuando yo tenía 36 años. Es decir, con 36 años salí con una chica de 18.
Vivimos en una sociedad postmoderna en la que si una mujer de 50 años se acuesta con un “yogurín” de 18 es una mujer sin complejos que está disfrutando de su sexualidad siendo libre de estereotipos “sexistas”, o al menos eso mismo acabo de leer en un artículo de un importante periódico español. En cambio, si es un hombre el que se empareja con una chica más joven, es el diablo en persona.
Pues no, si a ti te parece bien una cosa y no la otra, el problema lo tienes tú.
Dicho esto, podemos empezar.
Tengo un match con Anna en Badoo
Todo esto sucedió cuando ya solo me quedaban unos pocos días para despedirme de aquella maravillosa ciudad, la ciudad del este de Europa con menos turistas que había visitado hasta la fecha. Y como te imaginarás, esto de que haya pocos turistas provenientes de países postmodernos hace que las cosas puedan ponerse muy favorables.
Pero bueno, este artículo es para hablarte de mi historia con Anna, así que vamos con ella.
Aquella mañana estaba trabajando desde mi apartamento de airbnb cuando me llegó un match de Badoo, abrí la ventana del navegador (porque tenía Badoo en el ordenador) y vi que era una chica guapísima de 18 años, rubia y delgadita. Supongo que sabes cómo son las chicas de esa edad en el este de Europa.
Ella misma me abrió conversación y después de 4 intercambios de palabras en los que no hubo nada interesante, la cosa fue más o menos así..
Anna: ¿Qué planes tienes para esta tarde?
Carlos: ¿Por qué? ¿Me estás proponiendo algo?
Anna: ¡Claro! Vamos a conocernos
Carlos: ¿A qué hora estás libre?
Anna: a las 4
Carlos: Yo termino de trabajar a las 7, ¿nos vemos a esa hora en XXXX?
Anna: ¡OK!
Y ya está.
Así de fácil fue quedar con ella.
Tengo que aclararte que en esta ciudad las cosas pueden ser mucho más fáciles que en España, muchísimo más, pero esto era ya pasarse. Según mi experiencia hasta ese día, para poder quedar con una chica de Tinder o Badoo había que tener al menos una conversación y “ganarte” el derecho a tener esa cita, y desde luego, antes de eso no había tenido la oportunidad de conocer a ninguna otra chica de 18 años.
Por un momento llegué a pensar que todo era una tomadura de pelo o una estafa, pero bueno, había quedado al lado de mi apartamento, por lo que tampoco había nada que perder. Si al final la chica no aparecía o trataba de llevarme a un bar de striptease, me iría directamente a comprar la cena y sin más problemas.
A las 7 me planté en el lugar en el que habíamos quedado y sí, Anna apareció.
El primer contacto con Anna
Habíamos quedado en una plaza bastante grande y vi a Anna caminar hacia mí desde lejos, y ya a esa distancia pude apreciar en ella algo que ya había podido apreciar en mis anteriores primeras citas con chicas de esa misma ciudad, y que a estas alturas de siglo no suelo ver en ningún otro sitio de Europa, ni siquiera en el este.
Voy a tratar de explicártelo.
Desde que vivimos en la era de las app’s para ligar online, de Instagram y del postmodernismo, cuando tengo una primera cita, como no soy un tío físicamente atractivo, lo normal es que en el encuentro inicial me encuentre con una chica con una actitud muy neutral.
Digamos que en el encuentro inicial el gesto de su cara y su comportamiento me transmiten una actitud de “vamos a ver qué tiene este hombre que ofrecer”. Y ya a partir de ahí, haciendo las cosas de la manera correcta, siempre suele ir muy bien.
En cambio, en esta ciudad todas las chicas que tuve la oportunidad de conocer aparecieron en nuestra primera cita con una gran sonrisa de oreja a oreja. Una sonrisa genuina que desde el minuto 1 me demostraba que ella había venido a pasar un buen momento conmigo, independientemente de lo que sucediera en la cita. Una sonrisa propia de una chica que no ha conocido el postmodernismo.
Y así es cómo eran las cosas también en España, antes de que llegara la guerra de sexos y el boom de las app’s para ligar online y de los huelebragas.
Una web estadounidense explicó este cambio con esta foto:
La imagen de la izquierda ilustra cómo eran las chicas antes del postmodernismo y del boom de las app’s para ligar e Instagram, y la de la derecha, cómo son hoy después de toda la mierda que ha sucedido en los últimos 5 ó 6 años. La diferencia de actitud es evidente. En inglés tienen una palabra que explica muy bien cómo son las chicas de la derecha, que es “entitled”.
(¿Me estoy saltando las normas impuestas por la dictadura de la corrección política con esto? Espero que no).
Bueno, pues lo que te decía, en esta ciudad todas las chicas que pude conocer aparecieron en nuestra primera cita con una gran sonrisa en su cara y súper receptivas desde el minuto 1. O sea, una maravilla.
Volviendo a la historia, finalmente acabé encontrándome cara a cara con Anna y con su gran sonrisa, y empecé a hablar con ella, pero, sorpresa, ella ponía cara de no entender absolutamente nada de lo que yo le decía. Empecé a pensar que era por mi acentazo español hablando inglés, así que intenté mejorar mi pronunciación, pero nada, Anna seguía sin captar ni una palabra.
Saqué mi móvil del bolsillo y utilicé el traductor para preguntarle si hablaba inglés, y ella me dijo que NO. Y no solo eso, más adelante en la cita pude comprobar que no solo no hablaba inglés, sino que no entendía ni una sola palabra, ni lo más básico, vamos.
Usando el traductor me dijo que en el chat de Badoo ya estaba usando el traductor, y que no me había dicho nada porque quería conocerme. Cuando me dijo eso con su enorme sonrisa casi me derrito. Le dije que sin problemas, y nos fuimos a tomar algo.
Nos metimos en un bar, pedí un par de cervezas y tuve la que ha sido mi primera y única cita usando en todo momento el traductor de Google. Y la verdad es que tenía su gracia, ver su cara mientras escribía o ver sus reacciones al leer lo que yo le decía a través de mi móvil. Lo estuvimos pasando muy bien, hasta que sucedió lo siguiente…
Anna estuvo un rato escribiendo y borrando el texto varias veces, para luego, acabar mostrándome un mensaje que decía algo como:
“En fotos me pareciste muy guapo, pero eres mucho más guapo en persona”.
Texto que fue acompañado de una gran sonrisa en su cara.
Y en fin, soy incapaz de describirte lo que sentí en ese momento, y me imagino que si tú eres medio guapete no entenderás por qué para mí ese instante fue tan especial.
Pero puedo decirte que cuando llevas toda tu vida acostumbrado a no gustar nunca por tu físico, cuando ninguna mujer de tu país te ha llamado guapo en tu vida (antes de que las cosas sucedieran) y cuando, de repente, a los 36 años, la primera que lo hace es una chica guapísima de 18 años del este de Europa…
Insisto, no sé muy bien cómo explicártelo, pero por intentarlo, creo que lo que sentí fue como si en ese momento me hubieran inyectado en vena la mejor droga del mundo. Sentí como un escalofrío interior que recorrió todo mi cuerpo, sentí cómo mi cara se puso súper roja y tuve que contenerme para no soltar una sonrisa de pánfilo al más puro estilo buenazo de First Dates… y no tuve más remedio que ir a por el beso.
Ahí fue cuando nos besamos por primera vez.
Así fue cómo siguió la cita…
A partir de ahí la cita no hizo más que mejorar. Nunca habría imaginado que tener una cita a través del traductor de Google pudiera ser tan divertido, aunque claro, también lo estaba pasando tan bien por la actitud de Anna. Nos acabamos las cervezas y le dije que si quería otra, a lo que ella respondió preguntándome si por favor podía pedirse un postre.
No pude negarme, le dije que pidiera lo que quisiera, y no, no creo que todo fuera una jugada para que la invitara, porque el postre que pidió me costó exactamente 2€.
Se pidió un postre que tenía diferentes bolas de helado y empezamos a comerlo juntos. Ella usaba su cuchara para comer y luego para darme a mí un poco de su helado, como si fuéramos una parejita. Te cuento estos detalles para que veas qué encanto de chica.
Cuando terminamos le dije de ir a echar un vistazo a la zona de bares de la ciudad, que estaba muy cerca, y la verdad, fue muy divertido también. No podíamos hablar, pero ir de bar en bar, compartir una copa, bailar juntos todo tipo de música, incluso música latina, y comunicarnos a través de gestos, besos y, sobre todo, su sonrisa, fue divertidísimo.
Estuvimos bastante tiempo por la zona, explorando todos los bares que había abiertos y buscando la mejor música para poder bailar juntos (nada de música electrónica, por favor), y cuando ya era un poco tarde, nos salimos un poco del barullo para poder volver a hablar más tranquilamente usando nuestros móviles.
Caminamos un poco para salirnos de la zona y acabamos en una plaza que en aquel momento estaba totalmente vacía, donde solo había un músico tocando un instrumento que, sinceramente, ahora mismo no recuerdo. Lo que sí recuerdo muy bien es lo que sucedió a continuación.
Anna se acercó al músico e intercambió con él un par de frases en su idioma, yo no entendí nada, pero supuse que le pidió una canción. Luego ella misma dejó en la cajita del músico un billete (en este país hay billetes que al cambio pueden ser 1€ o quizás mucho menos), y el músico empezó a tocar la canción que Anna le había pedido, una canción lenta.
Anna me abrazó y empezó a bailar conmigo como si fuéramos dos adolescentes bailando una canción lenta en el baile de fin de curso de una película de Hollywood, con la única diferencia de que, en lugar de estar en Estados Unidos, estábamos en medio de una plaza vacía de una ciudad perdida del este de Europa, y que en lugar de dos adolescentes, ella era una chica de 18 años guapísima y yo un hombre promedio o del montón español de 36.
Y ahí, mientras estaba bailando con ella abrazada a mí, pude pararme a pensar por unos segundos en lo afortunado que me sentía por estar viviendo ese momento.
No puedes ni imaginarte lo feliz que me sentí.
Conclusión
Lo que diría en este artículo como conclusión es lo siguiente.
Lo primero, que como ya dije una vez hace tiempo, todavía hay grandes tesoros en el este de Europa. Lo que está muy quemado ya son las grandes capitales, especialmente las de los países de la UE, que se llenan de turistas guaperas de países postmodernos que no paran de ir por allí para arrasar con todo lo que puedan y más.
Pero si te sales de la UE (o sea, si vas a países que rechazan profundamente el postmodernismo y la guerra de sexos), y viajas a ciudades poco visitadas por turistas, todo es posible.
Lo segundo, que no importa que en tu vida hayas ligado muchísimo gracias a la seducción, que lo que se siente cuando una chica liga contigo porque le has gustado por tu físico es algo inigualable.
Y por cierto, como decía al inicio, no vamos a volver a hablar en abierto de destinos, o al menos, no de destinos a los que tengamos pensado volver. La dictadura de la corrección política no nos lo permite. Pero sí podemos hacerlo en privado. Si quieres saber dónde sucedió todo esto, lo voy a comentar en un hilo del foro privado:
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