Luigi Domenico

Mi noche más loca en Varsovia, Polonia (acaba bien)


Leer el artículo sobre Europa del Este que publiqué me ha hecho recordar buenos momentos de nuestros viajes, vivencias locas que no hemos compartido en abierto pero de las que quizás se puede sacar algún aprendizaje.

En este caso (después de haber contado experiencias en Lituania, Hungría, Rumania, Eslovaquia…) quiero contaros cómo fue una noche que casi acaba en tragedia (es broma) con una chica polaca que conocí en uno de nuestros viajes.

¿Listo? Bien, vamos a ello.


Llegada a Varsovia

Era verano, mi primera vez en Polonia. Mi compa había llegado un día antes que yo y me esperaba en el apartamento de airbnb que habíamos alquilado.

Cogí un taxi en el aeropuerto y ya el primer lolazo fue nada más llegar, porque tenía la dirección pero no encontraba el telefonillo para llamar, era un portal de estos que dan la misma salida a dos bloques, y para llamar había que introducir un código… el caso, yo en la calle con la maletaza a cuestas intentando ver si era capaz de llamar.

Para más inri, estaba sin datos en el móvil (tenía la SIM española, no me había dado tiempo a comprar una polaca y tampoco tenia wifi).

Pues allí estaba yo, a las 12 del mediodía, con gente pasando por la calle, y no se me ocurre otra que tirar de vieja escuela, a gritar. Empecé a gritar “¡Caarrrrlosssss!, ¡Caaaaarrrrrlosssssss!” a ver si por suerte me escuchaba y salía a la terraza para decirme cómo coño entrar en casa.

Y Carlos se asomó al balcón con cara de WTF!? qué escandalera estás montando tío…

Así empezaba mi estancia de unos días en Varsovia, una ciudad gris y funcional que luego resultó tener algunas sorpresas 😉


Primera cita con una polaca de Tinder

Noté que en Varsovia tenía lluvia de matches, pero también que muchas de ellas no estaban interesadas en nada, estaban ahí solo por pasar el rato cuando estaban aburridas, un poquito de entertainment, como le decimos nosotros.

Esto me llamó la atención porque en otros lugares a los que habíamos viajado tuve menos matches pero mayor interés por quedar y conocernos. La putada es que perdí mucho tiempo en chats que no llevaban a nada, pero ya sabes, siempre filosofía ABC, siempre cerrando, y gracias a hacer una buena criba, encontré una chica que sí estaba interesada en conocerme.

Se llamaba Anna, tenía 10 años menos que yo, era guapa con rasgos de chica del este, delgada, pelo largo de color castaño y media 1,86. Menos mal que a ese viaje me llevé mis zapatos con alzas de 8 centímetros (mido 1,80), porque habría sido un poco chunga la diferencia de altura (suelo quedar con chicas más bajitas que yo).

Estuvimos charlando por Tinder, pasamos al Whatsapp cuando me dijo que quería conocerme y cerramos la cita para ese mismo día sobre las 20:00 aprovechando que no tenia planes. Utilicé el clásico truco de quedar en mi calle, la excusa era porque al ser nuevo no conocía la zona y como no tenía internet fuera del apartamento, no quería perderme, bla bla bla…y ella accedió a venir a recogerme.

Cuando me escribió “I’m already down here!” me puse las lentillas, un poco de colonia y para la calle a recibirla.

Lo que más me impresionó de ella fue su altura, yo iba con mis zapatos con alzas y medíamos casi lo mismo, y eso que ella llevaba unas sandalias planas. Le di el abrazo que doy siempre de inicio para romper el hielo y venirme un poco arriba y su forma de sonreírme me indicó que la cosa podía acabar bien (vamos que le había cuadrado físicamente).

Me preguntó que qué quería hacer y le dije que tomar algo. Por suerte, a unos pocos minutos del apartamento había un bar de estos estilos pub irlandés. Era verano y hacía buen tiempo, decidimos quedarnos en la terraza, que además tenía unas banquetas de madera largas donde pudimos sentarnos juntos.

Pedimos unos grandes vasos de cerveza y comenzamos la cita. Yo seguí mi guión habitual, un poquito de confort para empezar, luego temas emocionales, intentando tener contacto físico a la mínima ocasión y cuando la vi muy cómoda, fui a por el beso.

Ella me hizo la cobra, no porque no le gustase, sino porque creo que no se esperaba que la fuese a besar tan rápido (estaría acostumbrada a que los tíos lo intenten al final o que ni si quiera lo intenten), pero como ella seguía partiéndose de risa con mis bromas, no me lo tome a mal y a los dos minutos la intenté besar de nuevo y esta vez ya sí.

Utilicé un truquillo que siempre utilizo con extranjeras y que me funciona fetén, que es decirles algo en su idioma, a veces es alguna frase que me he aprendido de memorieta o de otra cita anterior, otras es alguna palabra suelta (kochanie que significa cariño o pocałunek que significa beso), a ellas les encanta.

Lo de intentar enseñarles algo de español también funciona muy bien y genera mucha complicidad, además ya sabes que nuestro acento y forma de hablar a muchas les parece muy sexy, especialmente cuando no nos entienden.

El caso es que viendo como iba la cosa, los dos muy a gusto, besándonos, incluso hablando de temas sexuales, pensé que ya estaba todo listo para sentencia basándome en mis experiencias anteriores con final feliz, pero cuando le invité a mi apartamento me puso cara de sorprendida.

Dijo que yo le gustaba pero que no quería ir tan rápido. Algo que podría pasarte tanto en Polonia como en España, así que nada, me quedó claro que me tocaba hacer que las cosas sucediesen en un día 2 y, sin ningún problema, seguí disfrutando de su compañía.


Segunda cita, noche polaca y final feliz

Esta vez la cita fue diferente, fue una multicita en toda regla, y aunque yo puse de mi parte, tengo que reconocer que ella se lo curró bastante.

Comenzamos con una cena en un restaurante de comida tradicional polaca, que por cierto me flipó.

Después fuimos a un parque donde había un escenario con conciertos en vivo, al parecer había un festival esa semana. Nos pedimos unos mojitos para beberlos sentados en el césped mientras nos besábamos y hablábamos un poco de todo.

Los dos estábamos super a gusto, esa sensación que sientes como que conoces a la otra persona de mucho más tiempo.

Cuando empezó a anochecer me llevó a una zona de bares de gente universitaria que me recordó un poco a los bajos de Argüelles en Madrid. Nos metimos en un antro de mala muerte de estos con música alta, casi a oscuras, paredes pintarrajeadas por los clientes, pero bebida barata y de garrafón.

Recuerdo que pedimos un mega cocktail de litro, una bebida azul para compartir típica de por allí. Y tengo que confesarte que tengo poca tolerancia al alcohol y en cuanto bebo un poco me sube muchísimo.

Pues imagínate, iba con una carajilla bastante maja que el inglés me salía solo y las risas eran constantes. No dejábamos de besarnos y ya empezamos a meternos mano sin miramientos.

Incluso hablando sobre sexo, salió el tema de las fantasías sexuales no cumplidas, ella me confesó que le gustaba mucho sorprender al hombre, y que tenía en casa una caja con un antifaz y juguetes varios.

¡Esto prometía! 😛


Fin de la cita y odisea para volver a casa

Las cosas estaban claras, solo había que sumar 2+2, ella parecía ser una chica tradicional pero resultó ser una chica a la que le encantaba el sexo (aunque no en la primera cita).

Salimos del garito, los dos bastante contentillos, y le propuse ir a mi apartamento, pero se negó, quería acostarse conmigo pero en su casa. Intenté convencerla pero no tuve éxito, así que acepté su invitación de ir a jugar con su “kit” casero. Quizás si hubiese estado menos bebido sí la habría convencido, quién sabe.

El caso es que fuimos a su casa caminando, una buena pateada pero por fin llegamos. Tuvimos que entrar sin hacer ruido porque vivía con una compañera que ya estaba dormida (ella no era de Varsovia, sino de un pueblo a las afueras y estudiaba en la universidad).

Ya en su habitación, no voy a entrar en detalles, pero me puso el antifaz, y yo estaba excitado pero un poco cagao a la vez porque no sabía si iba aparecer con un cuchillo y clavármelo en el pecho. Por suerte no paso nada de eso, sino que tuvimos un encuentro sexual original y satisfactorio.

La liada viene después del sexo.

Carlos y yo teníamos el vuelo de vuelta a España ese mismo día por la mañana, yo ni siquiera había hecho todavía la maleta y me daba un poco de miedo quedarme frito y perder el vuelo, además no tenía forma de escribir a Carlos para avisarle.

Me despedí de ella con besos y abrazos en la puerta de su casa y yo, sintiéndolo mucho, inicié la vuelta a la mía que, por cierto, fue un cuadro.

Imagínate, a las tantas de la madrugada, en una ciudad que no conoces, ni un alma en la calle, sin las lentillas que me había quitado porque estaban secas y se me pegaban a los ojos, con los zapatos con alzas que me estaban haciendo rozaduras y sin datos en el móvil para usar Google Maps.

LOL.

La vuelta fue penosa, intenté desandar el camino, con los tobillos ya que me bailaban amenazando el esguince, y cuando pensé que estaba completamente perdido, vi la luz, en particular las luces del letrero rosa del hotel Mercure por el que habíamos pasado unas horas antes.

No sé cómo pude orientarme finalmente pero cuando llegue a mi calle pude respirar por fin tranquilo.

Subí a la casa, me quité los zapatones que pesan como un demonio, me puse gotas en los ojos rojos y resecos, me tiré sobre la cama con la ropa puesta deseando dormir un par de horas y ya al día siguiente por la mañana le contaría la historia a Carlos camino al aeropuerto, así me dormí.
Conclusión

Tengo que reconocer que muchas cosas podrían haber salido mal y otras muchas estuvieron fuera de mi control, pero es lo que tiene cuando sales de tu zona de confort.

En Madrid mis citas son siempre iguales, pero cuando viajas, ya sea a otra ciudad o a otro país, las cosas cambian, la logística es nueva y tienes que tener la habilidad de improvisar para superar cualquier escollo que pueda surgir.

Por mi parte estaba tranquilo, porque yo hice lo que tenía que hacer. Primero, físicamente siempre me saco el máximo partido.

En la cita sabía que el primer plan era tomarnos algo y buscar el beso a la mínima oportunidad, y luego ir a por el sexo (aunque ella en ese momento lo rechazó), y luego en la segunda oportunidad que me dio en una nueva cita, como ya nos habíamos enrollado, el plan cena y tomar algo después para hacer multicita estuvo más que justificado.

Y bueno, el final ya lo sabes.

Con esta historia no pretendo enseñarte nada en particular, sino abrirte la mente a posibles situaciones que vas a encontrar en el futuro y que, si lidias correctamente con ellas, podrás acabar con éxito donde otros fallarían.

A pesar de que tuve que hacer las cosas de forma diferente a como las hacía en Madrid, tenía muy claro que la base no la podía cambiar, ¿y cuál era esa base? Pues muy sencillo, comportarme en todo momento como un hombre de estatus, que lo hice, y buscar siempre avanzar, que también lo hice.

Así que, si en un futuro próximo el contexto o las circunstancias te obligan a salirte un poco de lo que estás acostumbrado a hacer, es posible que las cosas sean más complicadas. Pero si tienes clara las bases, si te comportas como un hombre de estatus y sabes lo que tienes que hacer para hacer que las cosas sucedan, vas a tener opciones de que haya éxito y final feliz para los dos.

Y si te apetece contarnos algo, al igual que yo lo he hecho hoy contigo, ya sabes que tienes a tu disposición nuestro formulario de contacto. Saludos!

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