Luigi Domenico

El problema de NO aprovechar las Ventanas de Oportunidad (VDOs) cuando deberías hacerlo


Hoy quiero que hablemos sobre todas esas oportunidades inesperadas que se nos van presentando a lo largo de nuestra vida y que, por una razón o por otra, no aprovechamos y después nos arrepentimos.

Tengo la certeza de que esto mismo a ti también te ha pasado, y no solo una vez, sino varias veces, incluso si eres uno de esos hombres que intentan autoconvencerse a sí mismos de que jamás ligan.

A lo que me estoy refiriendo no es a cuando vas por la calle y te encuentras un billete de 5 euros tirado en el suelo y decides si lo coges o lo dejas ahí porque sabes que es de otra persona. No. A lo que me refiero es a cuando una mujer se ha sentido atraída por ti, se ha abierto una ventana de oportunidad (VDO) y en vez de aprovecharla te has cagado en los pantalones.

La idea de escribir este artículo me la dio mi colega Carlos Montoro, cuando me contó una historia mientras cenábamos.

Siendo él adolescente, estaba pillado por una chica de su instituto con la que nunca se atrevió a hacer nada. Pero una noche, sin saber muy bien cómo, terminaron los dos paseando a solas por la orilla de la playa. Ella le estaba dejando una VDO gigantesca… mientras que Carlos no paraba de repetirse a sí mismo: “no, no voy a dar el paso porque no lo veo claro…”

¡Mentira! Claro que lo veía claro, lo que pasó fue que no se atrevía.

¿Por qué? Te preguntarás. Pues porque ser consciente de aquella VDO suponía que tendría que tomar acción y besarla. Y el miedo al rechazo o a no estar a la altura hizo que él prefiriera engañarse a sí mismo antes que hacer lo que tenía que haber hecho.

GAME OVER

Cuando me contó su historia, dentro de mi cabeza, en un rincón bien escondido y cerrado bajo llave, afloraron a la luz recuerdos similares. Situaciones que me dejaron tal espinita que a día de hoy, y creo que jamás, podré olvidarlas.


Semana Santa, Residencia Militar Primo de Rivera en Jerez de la Frontera, Cadiz

Soy hijo de militar y solíamos veranear y pasar la Semana Santa en residencias militares de Andalucía para salir de Madrid y ver la playa. Yo en aquel entonces tenía 17 años y me juntaba con los hijos de las familias que allí nos alojabamos.

Había dos hermanas valencianas, la pequeña de ellas morena, y la mayor, una rubia de 18 años espectacular. Me gustaba esa chica, se llamaba Laura, nos sentíamos muy bien cuando estábamos juntos, siempre nos poniamos cerca el uno del otro. Pero con esa edad yo todavía era era virgen y mi experiencia con las mujeres brillaba por su ausencia.

Simplemente me sentía atraído por ella, era súper guapa, con el pelo largo y rizado, y tenía una sonrisa cautivadora.

Uno de los días me dijo que quería hablar conmigo “a solas”, y nos fuimos a una sala de juegos que no estaba muy lejos del salón donde solíamos reunirnos los demás.

La puerta que siempre estaba abierta, la teníamos cerrada para disfrutar de un poco más de intimidad, yo estaba muy intrigado… no recuerdo qué fue lo que hablamos (tampoco fue importante), simplemente recuerdo que tuve la extraña sensación de que allí estaba pasando algo, y aunque no era capaz de comprender, sabía que era importante.

Ahora, años más tarde, tengo que decir en mi defensa, y no es ninguna excusa, que seguramente hasta ese momento nunca había tenido una experiencia con una chica a la que yo le gustase. Todas las chicas con las que había tratado anteriormente fue como amigas, compañeras, familia, etc.


Laura me miraba a los ojos y a los labios, y luego de los labios a los ojos nuevamente, creando muchos silencios.

Una parte de mí quería sujetar su cara entre mis manos y besarla, pero otra estaba totalmente acojonada ante lo que podría suponer todo aquello. No solo me daba miedo que ella me pudiese rechazar, sino que también me daba miedo el no estar a la altura o simplemente, el no haber interpretado correctamente sus señales y meter la pata.

Finalmente Laura vio que por mi parte no iba a pasar nada, que no tenía cojones a lanzarme.

El momento pasó, y justo su hermana abrió la puerta para cotillear porque al parecer todos se estaban oliendo la tostada (menos yo) y alucinaron con que no hubiera pasado nada. Recuerdo que luego me sentí fatal, creo que ella también se sintió un poco defraudada conmigo, y nuestra relación desde entonces se enfrió y ya nunca más volvió a ser lo mismo.

Cuando llegó el día de despedirnos le pedí su dirección postal y una semana después le envié una carta confesándole mis sentimientos y diciéndole que me gustaría volver a verla de nuevo algún día.

Para mi sorpresa me respondió un par de meses después. Me dijo que no podía ser porque estaba saliendo con un militar en Valencia y que iba a ser muy difícil que nos volviésemos a ver. Incluso me envió una foto suya en la playa con una bonita dedicatoria por detrás.

Te aseguro que me sentí un auténtico perdedor, porque lo tuve al alcance de mis manos. A pesar de que con 17 años me consideraba un chico poco atractivo, hubo algo en mí que le gustó, pero yo no tuve el valor suficiente como para avanzar cuando debería haberlo hecho.

Y este fantasma me acompañará el resto de mi vida.


Un año después, verano en la Residencia Militar Castañón de Mena, Málaga

Formamos un grupo de chicos y chicas. A algunos ya les conocía de otros años porque sus padres siempre elegían esa residencia para ir a veranear. Pero ese año aparecieron en escena dos hermanos de Almería, un chico de 16 años y al que apodaban “Chiqui” y su hermana de 22, que se llamaba Elena. Los dos eran pelirrojos.

Elena me encantaba, no era un bellezón, pero sí tenía una cara muy exótica. De piel blanca, con pecas y una media melena rojiza como la actriz que interpreta a Melisandre en Juego de Tronos.

Aunque te confieso que la parte que más me gustaba de Elena era su culazo. Tenía un culo 10. Además, solía ponerse unos pantalones vaqueros beige clarito que le sentaban de maravilla. En serio, jamás olvidaré ese culo.

Una noche salimos todos juntos a hacer botellón y nos pusimos a beber en una zona alejada en la que nadie pudiese vernos. Yo me puse a charlar con Elena y comenzamos a pasear porque los demás estaba armando mucho jaleo y queríamos hablar tranquilamente.


Estábamos sentados en un banco de piedra, yo me sentía muy cómodo, pero al rato volví a sentir la misma sensación que había sentido con Laura un año atrás en la sala de juegos. Fue una sensación del tipo “aquí está pasando algo…tienes posibilidades de enrollarte con ella, pero vas a tener que ser tú el que dé el paso…”.

Nuevamente deje pasar la oportunidad 🙁

Al rato llegaron los demás, jugando y haciendo bromas, y el momento se desvaneció.

Un año más tarde me volví a sentir como la mierda. Y aunque he disfrutado de culos mucho mejores años más tarde, estas experiencias de la adolescencia son las que nunca puedes olvidar y generan un dolor muy intenso dentro de ti.

Seguramente cualquiera con más huevos que yo se habría lanzado sin importarle que le podrían haber rechazado.

Si lo pienso ahora, puedo decirte que habría dado lo que fuese por contar con ayuda, cualquier guía que me permitiese abrir los ojos y dar los pasos correctos en el camino adecuado, o simplemente haber tenido a mi disposición una Comunidad como esta para aprender.

Quizás es este sentimiento el que ha hecho que termine escribiendo este blog junto a Carlos en vez de guardarme todo lo que he aprendido solo para mí. Porque siempre he querido evitarle ese sufrimiento por el que he pasado a otros hombres que, como yo, lo padecieron sin merecerlo.

Conclusión

Tengo que reconocer que compartir contigo estas historias me ha ayudado a desahogarme y sacar esto que llevaba dentro, después de tantos años escondido entre mis recuerdos y acompañándome incluso hoy en día.

Con este artículo simplemente pretendo hacerte reflexionar y recordar tus Lauras y Elenas, y las que están por llegar, para que empieces a hacer algo, lo que sea, para no dejar escapar más oportunidades de las que luego, unos cuantos años más tarde, te aseguro que te arrepentirás de haber desaprovechado.

Si has leído el resto de nuestras publicaciones hasta la fecha, notarás que siempre intentamos enseñarte a hacer cosas de manera activa para atraer más mujeres a tu vida.

Porque si eres un guaperas no necesitas hacer nada, ya las atraes por serlo. Pero si eres un hombre promedio o del montón como nosotros, no va a ser tan fácil. Vas a tener que dar los pasos correctos para que ella te vea como un hombre atractivo (aunque físicamente no lo seas) y nuestro trabajo es guiarte por este camino.

Pero eso no quita que de vez en cuando haya excepciones, que alguna vez y por la razón que sea le gustes a una mujer sin que hayas hecho activamente nada para gustarle. Y cuando se presente esta pequeña ventana de oportunidad, no debes desaprovecharla.

Siempre debes estar atento y una vez te encuentres en una situación parecida, recuerda siempre seguir hacia adelante y hacer lo que tienes que hacer.

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